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El chiste del oso y el conejo es una mítica fábula humorística, considerada una de las más grandes y hermosas de la historia, de origen desconocido. Data de los tiempos de la Gandalf o McGyver fueron inspirados por este chiste y encontraron el sentido de la vida gracias a su cuidada interpretación.
Se dice que este chiste fue contado por primera vez por el gran Chirasvito el Pelao, bufón preferente de la corte del rey Agamenón, a quien se le impuso la dificil tarea de contar una anecdota para hacer reir al iracundo monarca, y así hacerle olvidar las múltiples batallas perdidas y las incontables infidelidades de su esposa. El castigo por no arrancarle una sonrisa sería la inmediata decapitación (del bufón, no del rey). Así pues, Chirasvito, gran genio entre los genios, acojonado como nunca lo había estado en su vida, inventó el chiste del oso y el conejo en tan solo un segundo de extrema inspiración talentosa.
Se cuenta que el chiste en cuestión era tan y tan inteligente, y brillaba tanto por su genialidad y su grandiosa puesta en escena, que el rey Agamenón no acabó de acatarlo ni de pillarle la gracia, así que Chirasvito fue decapitado, convirtiéndose así inevitablemente en el martir de todos los humoristas del planeta.
Muchos científicos y filósofos han estudiado la morfología y la gramática de dicho chiste, pues se comenta que en él se encuentra el secreto de la perfección de la forma y el del universo mismo. Aún así, muchos son los que, al escuchar el chiste, atisban en él la menor referencía al simbolismo y a la grandeza inspiradora que, sin duda, posee.
Este mítico chiste ha sido contado e interpretado de mil maneras distintas, pero ninguna fue contada con tal emoción y tanta pasión como cuando la versión de Napoleón Bonaparte (gran nombre de la historia recordado sobre todo por ser todo un entendido en el arte de hacer reir): Aquí se reproduce, acompañado de un análisis concienzudo y descorazonador, para su mayor comprensión:
Érase que un oso y un conejo vivían en el bosque (pura poesía para empezar el chiste) y ambos pasaban el día peleándose y jodiéndose el uno al otro (gran reflexión sobre los avatares de la sociedad) en esto, un hada buena decidió hacer algo al respecto (aquí va la alegoría a la fantasia y a su conexión con la realidad) y el hada dijo al oso y al conejo: -¡Malditos gilipollas! ¡Ya estoy hasta el mismísimo coño de que os peleeis día sí y día no! (gran poesia lírica) ¡Se acabó! ¡Os propongo un trato! ¡Yo os concederé tres deseos a cada uno de los dos, si me prometeis que dejareis de haceros la puñeta el uno al otro y dejais en paz mi bosque! ¿entendido? El oso y el conejo asintieron, y accedieron a la petición de la benévola hada. El oso, que era un putero de mucho cuidado, dijo: -Hada, mi primer deseo es que todos los osos de este bosque sean chicas, para que me las pueda tirar (aquí se puede observar una alegoría a los goces jocosos del ser humano). El hada, aunque dudó unos segundos, cumplió el deseo del oso. Seguidamente, dijo el conejo: -Hada, mi primer deseo es tener un casco. El hada, extrañada ante el hecho de para que coño va a querer un conejo un casco, le da un casco, y el conejo se lo pone en la cabeza (le venía algo grande, pero le dió igual). Fue entonces cuando el oso pidió el segundo deseo: -Hada, mi segundo deseo es... er... ¡que todos los osos del país sean chicas! Por si me mudo algún día... -¡Joder, que cabronazo estas hecho! Pero en fin, he dado mi palabra, ergo... Y hete aquí que el segundo deseo del oso se concedió, y toda España quedó petada hasta aquí de osas deseando sexo. E aquí el segundo deseo del conejo (con el casco puesto): -Hada, mi segundo deseo es tener una motocicleta. El hada, entendiendo lógicamente el porqué de la relación entre el casco y la moto, le concedió el deseo sin titubeos. Y hete aquí al conejo con casco y subido a la moto, que todo en él era una patética fusión entre Terminator y un enano subido a una bicicleta. En esto, el oso, después de pensarlo bién, pidió su último deseo: -¡Mira, fuera pollas, y que todos los osos del universo sean chicas! El hada, sin más remedio que aceptar, convirtió a todos los osos del universo en chicas, con gran regocijo del oso, hambriento de sexo. -Y bien, conejo - dijo el hada - ¿Tu último deseo? El conejo, subido a la moto, y mientras la ponía en marcha, tuvo tiempo de decir: -Mi último deseo... Mi último deseo es... - ¡Brumba, brumba, brumba...! - ¡Deseo que el puto oso sea gay!¡BRRRRROOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOM!
Y hasta aquí el gran e inmortal chiste del oso y el conejo. [1]
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